Bueno, esta es otra de las entradas que tenía pendientes desde hacía tiempo: la publicación de los resultados de la encuesta que tengo colgada en el lateral del blog (acompañada por supuesto de su debida reflexión).
Estos son los resultados:

No deja de resultar curioso que, con 59 votos, los resultados estén bastante igualados, y que la opción que despunta sea la de que la poesía no debería traducirse. Y esto me lleva a hacerme las siguientes preguntas: ¿Deberíamos entonces extender esto a las novelas y otras obras literarias? ¿Deberíamos asimismo extenderlo a los medios audiovisuales, series, dibujos animados, películas, etc., ya que al traducirlos estamos perdiendo parte de su «esencia» original? ¿Debemos privar entonces a aquellos que no tienen posibilidad de acceder a la lengua original de la lectura o la visualización de estas obras? ¿Y qué pasaría entonces con la difusión de obras en lenguas poco comunes, como las lenguas del Este y del Norte de Europa? ¿O como el árabe, el hebreo, el chino, el japonés con sus haiku…? Y luego el cómo hacerlo, retomando la poesía. ¿Debe el traductor adaptar el texto a la normativa española y cambiar la estructura de los versos y sus rimas? ¿Debe, por el contrario, mantener la forma original aunque ello no exista en español, y exponerse por tanto a desconcertar al lector amante de la poesía que desconozca la normativa que rige el texto original? Pero si lo adapta, ¿no dejará descontento con ello a aquellos que conozcan la normativa original y consideren una aberración la transformación de los versos?
¿Con qué opción os quedaríais vosotros?
Y para terminar, anuncio que publico una nueva encuesta: ¿sustituirán los traductores automáticos a los traductores de carne y hueso? Ahí dejo la pregunta.