• La autora

    Mi nombre es Eva María Martínez. Licenciada en TeI por la UMU en 2009, he trabajado como in-house durante más de 3 años y he dedicado otros cuantos al fansubbing. En la actualidad soy traductora autónoma y coordinadora de la Revista Traditori.

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Consejos para no liarla parda (III)

La entrega de hoy va dedicada a… *redoble de tambores…* ¡¡la traducción de software!! ¿Por qué? Pues porque por mi experiencia personal, es una de las especialidades más propensas a que se pueda liar parda, ya que trabajamos la gran mayoría de las veces sin contexto alguno. Podemos establecer la siguiente escala de desastre en este tipo de traducciones:

  • Si tenemos muchísima suerte, trabajaremos con una herramienta que nos permita traducir en contexto. Yo he tenido la oportunidad de hacerlo y es una gozada (pero no es la norma ni es habitual). (más…)

Consejos para no liarla parda (II)

Tras la primera entrega de esta saga (que espero dé para mucho), os traigo la segunda tanda de emociones fuertes no aptas para traductores sensibles (ahora es cuando hago aparecer los dos rombos…)

Más bien debería poner «Traducciones para no dormir», pero me da pereza editar la imagen...

Venga, va, no os hago esperar más. Hoy, «Consejos para no liarla parda» va dedicado a la traducción de menús, que es bajo mi punto de vista uno de los campos que más nos deleita con perlas realmente hilarantes. (más…)

Consejos para no liarla parda (I)

Os presento una nueva serie de posts por entregas sobre consejos para no liarla parda en las más diversas situaciones, desde cómo evitar meter la pata en traducciones chungas (como en software) hasta cómo no liarla por el uso de algún software de TAO concreto.

Inauguro esta serie de post con un consejo dedicado a la escritura de alfabetos no latinos: almas de cántaro, cuando os pidan o pidáis algo escrito en un alfabeto que requiera una serie de caracteres y de configuración de nuestro editor de texto habitual (más…)

Esos pequeños detalles…

EDITO: corrijo la publicación por metedura de pata monumental mía al no haber consultado el texto original antes de escribir esto, pido perdón por ello. Gracias a los que habéis rectificado mi error en los comentarios.

Los traductores siempre tenemos que andar con mil ojos a los detalles, porque muchas veces nos podemos encontrar con situaciones como la que me encontré al revisar uno de mis cuentos de postgrado. Siempre habrá que evaluar las posibles soluciones y al final tiraremos de la que más nos guste, la que más nos convenza o la que mejor se adapte al contexto cultural.

El caso es que viendo un capítulo de Los Simpson (sí, repetidos hasta la saciedad, pero yo los sigo viendo porque siempre descubro algo nuevo) me fijé en una traducción que me chocó. Concretamente la que aparece en el segundo 0:50 (ved el fragmento entero que así os situáis mejor):

Para quienes queráis ver la primera parte, podéis hacerlo aquí.

¿Inocente es con g o con j? Los que sabemos inglés relacionamos inmediatamente este resbalón tremendo con guilty / not guilty (culpable / inocente). Si llevara alguna letra relacionada no pasaría nada, pero da la casualidad de que no encontramos ninguna g ni ninguna j en toda la palabra, por lo que choca bastante al oírlo en español y no se entiende qué es lo que pasa en esta escena. Sabemos que Homer es tonto, pero tanto ya no.

Contra lo que yo pensaba, la situación original es la siguiente (cito la respuesta de Manuel Saavedra, gracias por el apunte):

el diálogo original (que podéis encontrar aquí: http://www.snpp.com/episodes/1F19.html), dice:

Homer: OK, fine. How many S’s in “innocent”?

Homer, hablante de inglés, cree que «innocent» se escribe con s (la palabra se pronunciaría igual: tanto si se escribe «innocent» o «innosent» se leería con /s/).

Si tuviese que explicar qué llevó al traductor (o la traductora, probablemente) a tomar esta decisión, diría que tomó como única referencia el texto escrito, lo que le impediría percatarse (por asociar la «c» al fonema /θ/) de que un hablante de inglés puede dudar a la hora de escribir la palabra. Por eso habría optado por esta solución, aunque sin duda, la solución que presentas en la entrada sería mucho más adecuada para este caso.

Por si os interesa, en la versión en español para Latinoamérica ha quedado «¿Inocente se escribe con c?». Pero claro, ellos sesean…

Visto el texto original, sigo diciendo qu la solución propuesta por la persona responsable de la traducción no me convence. En este caso además podía haber jugado con la h: ¿inocente es con h o sin h?

Fallo seguramente producto de las prisas, o de querer respetar la broma original. Ahora bien, salta al oído, la verdad. Y los actores de doblaje se leen el guión antes de actuar. Ya sé que ellos actúan con lo que les ponen delante,  pero yo me pregunto si es que no se dieron cuenta, o si es que no se les permite hacer observaciones sobre el texto que les dan, aunque sea algo así de chocante. Si alguien me puede iluminar en este terreno, se lo agradezco :).

Pues eso, ¡llevad cuidado con los detalles cuando traduzcáis! 😉

Traductor… ¿traidor?

Los que nos dedicamos a la traducción sabemos que los subtítulos no pueden abarcar la totalidad del mensaje por una serie de restricciones técnicas (número de caracteres en pantalla: 32 para televisión y 40 para cine por línea, con un máximo de dos líneas por cada parlamento), y que ello no significa que el subtítulo sea infiel al original como muchas veces escuchamos: el traductor está obligado a abreviar el mensaje y decir lo máximo posible (o lo más importante quitando información superflua) con un número máximo de caracteres. Es decir, que tendrá que usar los sinónimos y la sintaxis más breve para expresar lo mismo que el personaje (y más en español, que las palabras son más largas que en inglés).

Sin embargo, el otro día vi un anuncio de colonia para hombre en versión original subtitulado. Todo bien, hasta que llegado casi el final del anuncio encontré lo siguiente:

ORIGINAL:
I’m not going to be the person I’m expected to be anymore.

SUBTÍTULO:
No soy quien esperabais.

Y, como traductora, me sentí un tanto… ¿indignada? No sé muy bien qué adjetivo usar, me quedó un sabor extraño al ver esa traducción. Se ha querido abreviar tanto el mensaje que, bajo mi punto de vista, se está obviando al espectador una parte importante del mensaje del protagonista del anuncio. Él quiere significar: «paso de ser la persona que se supone que debo ser, y que además vosotros esperáis que yo sea». Y lo que a mí me transmite el subtítulo es: «creíais que era fulanito, pero en realidad soy menganito, os he engañado a todos». Pienso que con unos 30 caracteres con 2 líneas disponibles se podía haber hecho una traducción más aproximada a lo que quiere decir el original, aunque fijaos en que podemos arreglar bastante bien la traducción añadiendo un solo elemento: «Ya no soy quien esperabais». Con ese simple «ya» le estamos añadiendo un valor, un matiz que nos hace ver que, a partir de ese momento, las cosas son diferentes: «Esperabais que fuera de una forma, pero ya no soy el mismo, he cambiado». Un pequeño añadido y estamos más cerca de lo que dice el original.

¿Qué os parece a vosotros?

¿Qué trabajos debemos aceptar?

Veo que el tema de qué trabajos aceptar o no está candente últimamente en los blogs. Entradas como la de Tarifas, tarifas, tarifas , de Pablo Muñoz, o la de Dime quién eres, y luego hablamos, de Verónica García, han puesto de relevo algunos puntos que debemos tener en mente antes de aceptar o no un encargo (os recomiendo que os deis una vuelta por sus blogs 😉 ).

A mí me gustaría ir algo más allá y tocar otros aspectos relacionados que tal vez estamos menos acostumbrados a tratar. Por marzo de este año 2010 organicé como presidenta de la Asociación Murciana de Estudiantes de Traducción e Interpretación unas jornadas de ética y práctica de la traducción y la interpretación en la que participaron mayormente profesores de la Licenciatura de Traducción de la Universidad de Murcia y en la que afortunadamente pudimos contar con la presencia del Dr. Salvador Peña Martín, quien imparte diferentes módulos sobre la materia en el Máster Oficial en Traducción, Mediación Intercultural e Interpretación de la UMA y en los Seminarios de Traducción Árabe-Español de la Escuela de Traductores de Toledo (que fue donde tuve el placer de conocerlo y recibir sus clases). Con estas jornadas quería plantear una actividad en la que una serie de profesionales (los profesores en este caso) expusieran y debatieran ante los participantes casos reales donde nuestra ética profesional o personal pudiera interferir en nuestro trabajo como traductores e intérpretes. Porque las tarifas no es lo único que debemos tener en cuenta a la hora de aceptar un trabajo.

En mi post Moralidad y traducción ya di algunas pinceladas sobre el tema. Ahora os doy otro ejemplo, esta vez más crudo: ayer estaba con la tele puesta cuando escuché que iban a dar un programa llamado 1000 formas de morir en Antena.Nova. Es una serie documental que narra muertes reales completamente absurdas o surrealistas. a pesar de los cutreefectos, son bastante explícitos a la hora de dar detalles en imágenes. El caso es que yo pensaba cambiarlo, pero mi hermana me dijo que lo dejara e, infeliz de mí, lo dejé puesto. La primera muerte era «normalilla»: un hombre que se caía por la ventana de un rascacielos. Te explicaban cómo había muerto por la caída (rotura de huesos y esas cosas). No salía nada fuera de una escena a lo CSI: el hombre en el suelo inerte con su sangre y sus historias. Pues vale, una menos.

Pero la siguiente sí que era más dura: contaba la muerte de un hombre que metió un pie en una trituradora (de estas que se usan para triturar madera, que tienen una especie de chimenea por la que sale todo lo triturado) y básicamente se convirtió en carne picada poco a poco, sintiendo cómo la máquina lo engullía y lo destrozaba. Además de las imágenes explícitas, este episodio de muerte contaba con un narrador (el compañero) que lo había vivido todo en directo y daba todo lujo de detalles sobre lo ocurrido. Pues bien, si con leer una simple descripción de los hechos ya os mareáis, imaginad que llega a vuestras manos un texto de esas características, y que además el cliente te manda el vídeo donde las imágenes dan todo lujo de detalles, por si algo del texto no te queda claro (o porque vas a hacer el trabajo de traducción y el de sincronización y necesitas el vídeo por narices).

Otro ejemplo: la serie de películas Saw, donde las escenas son crudísimas. Si sois fans estaréis encantados de aceptar el encargo. Pero, ¿y si sois de los que se marean haciéndose una simple analítica? ¿Aceptaríais el encargo sabiendo de antemano lo que os espera por delante? Vale que si nos enfrentamos sólo al texto a lo mejor no nos afecta tanto (me vienen a la mente las novelas de Stephen King que tanto he leído), pero, ¿y si vamos a encargarnos también de la sincronización, como he dicho antes? (y aunque no sea frecuente que se encarguen las dos cosas al traductor tampoco sería raro que nos lo pidieran). ¿Tendríais estómago para repasar una y otra vez escenas con las que sabemos que somos incompatibles para hacer un buen trabajo de sincronización?

Y ya no sólo en traducción. Pasemos al terreno de la interpretación. ¿Aceptaríais un encargo de un congreso de medicina donde de antemano os dicen que van a proyectar imágenes en detalle de una intervención quirúrgica cuando no sois capaces de ver ni la sangre en los dibujos animados?; Si os llamara la DGT para que interpretéis en un encuentro sobre accidentes de tráfico en motoristas donde piensan proyectar varios vídeos e imágenes con imágenes reales de accidentes y sus consecuencias, ¿diríais que sí si sabéis que sois personas sensibles, o que incluso habéis tenido alguna experiencia cercana por parte de familiares, amigos, etc.?

Y ya no sólo con la sangre. Esto puede aplicarse a temas igualmente candentes como política o religión.

A lo que me refiero es… estamos de acuerdo en que tenemos que ser profesionales, y que no nos podemos permitir el lujo de andar rechazando proyectos continuamente porque entren en conflicto con nuestras creencias, ideologías u otras opciones. Pero sí es cierto que debemos tener en cuenta nuestras limitaciones personales a la hora de aceptar ciertos trabajos, porque a veces hacernos los valientes con algo que sabemos de antemano que choca con nosotros y pensamos que podemos dominar puede resultar en quedar mal ante un cliente, cosa que tampoco nos conviene.

En mi caso en particular, soy muy sensible con todo lo que se haga sobre seres vivos conscientes, y por ello tengo muy claro que si me ponen delante un encargo como 1000 formas de morir, Saw o La casa de los 1000 cadáveres, probablemente no lo aceptaré habiendo imágenes de por medio. No por nada, es que simplemente sé que no voy a hacer un buen trabajo porque mi nivel de sufrimiento durante la visualización es altísimo y mi cerebro no admite esa información. Y yo, antes de quedar mal con el cliente por no poder terminar el encargo, prefiero explicarle los motivos razonados de mi rechazo y proceder inmediatamente a recomendarle a un compañero. De este modo, me hago un favor a mí, se lo hago a mi cliente por solucionarle el «plantón» que acabo de darle y al compañero al que recomiendo por pasarle trabajo (eso sí, estad seguros de que vuestro compañero recomendado no va a actuar igual que vosotros xDDDD). Y por supuesto, le haré saber que para cualquier otro encargo que no toque esa temática, estaré encantada de seguir a su disposición.

Los insultos, esos elementos «jodidos» de traducir

Tras un montón de tiempo de inactividad vuelvo al ataque, y esta vez dedico un post al tema de los insultos. Porque aunque lo parezca, nunca es fácil decidir a qué nivel vamos a traducir un taco en ningún soporte (audiovisual o escrito).

No sé si sabréis que el español es una de las lenguas más ricas en cuanto a insultos (que, para quien le interese, están recopilados en El gran libro de los insultos), y además insultos a todos los niveles, desde «tonto» hasta otras cosas que mejor no pongo porque entonces me vetan el blog.

El arte de traducir los insultos está en ser capaz de buscar el equivalente en la lengua de destino no perfecto, sino adecuado a cada situación y soporte que estemos trabajando, ya que cada lengua tiene una manera diferente de conceptualizar la realidad. Voy a intentar poner algunos ejemplos en inglés y en árabe.

Empezamos por el inglés y voy a tocar el soporte audiovisual, que cómo no, siempre es el más afectado por estas cosas. Dentro del soporte audiovisual tenemos dos posibilidades: el doblaje y la subtitulación.

  • Doblaje. No sé si os habréis fijado en que la lengua inglesa abusa del adjetivo fucking para todo. He aquí un vídeo que lo demuestra claramente (se puede seguir perfectamente en inglés):

    Bueno, después de las risas os habréis dado cuenta de que es real como la vida misma. La pabra fuck en inglés no tiene la única traducción de «joder» o «jodido», sino que en español se le puede dar un amplio espectro de posibilidades gracias a la riqueza «insultadora» de nuestra lengua (por eso me chirrían los oídos cada vez que escucho en un doblaje: «¡Es que ese jodido perro me ha mordido!» Por favor, eso no suena natural en español, podemos usar en su lugar «puñetero», «desgraciado», «maldito»…). Lo que pasa es que estamos tan acostumbrados a escucharlo que ya el oído se hace a escucharlo, pero si os paráis un poco y lo miráis con detenimiento, ese adjetivo no lo utilizamos en nuestro lenguaje del día a día.
    Otro insulto inglés muy característico es el bastard. Esta palabra no significa sóla y únicamente «bastardo», sino que volvemos al contexto y a la situación. Podemos usar «capullo», «gili******», «cab***», y unos cuántos más que seguro se os puedan ocurrir de ese estilo (me tengo que autocensurar que estos no son modales…).

  • Subtitulado. Este medio siempre es más delicado, primero por la falta de espacio, y segundo, porque los insultos escritos siempre quedan más fuertes visualmente y provocan un impacto mayor sobre el espectador (y lo mismo se puede aplicar al lector de un libro). Evidentemente, todo depende del entorno en el que nos estemos moviendo, así que voy a enlazar con el árabe gracias a una película marroquí que se proyectó en la Escuela de Traductores en original con subtítulos en castellano hechos además por ellos mismos.
  • Enlazo ahora con los insultos en árabe. En esta lengua los peores insultos son palabras que designan animales, como «kalb» (perro) o «himar» (burro). En español estas dos palabras tienen la connotación de que ser «perro» es ser un gandul, y ser un «burro» significa ser analfabeto (que aunque no tengo la percepción de la lengua árabe vivida como materna, me parece que poco tienen que ver con la significación española… si no es así corregidme, gracias ^^). El caso, no podemos traducir estas dos palabras literalmente porque la traducción quedaría realmente pobre: son insultos con una carga muy ofensiva en la lengua de origen y no nos podemos quedar cortos en la lengua de destino, por lo que tendremos que jugar con palabras de ofensa similar en español.
    Y reengancho a cuento de esto con el tema anterior de la subtitulación. Proyectaron la película «Casanegra» en original marroquí subtitulada al castellano, como ya he comentado.
    La película se desarrolla en Casablanca y tiene como protagonistas a dos jóvenes que tienen que buscarse la vida como buenamente pueden en un ambiente no muy amigable que digamos, por lo que todo el lenguaje que se utiliza en la película es bastante barriobajero y lleno de insultos. En este caso, los insultos son una marca de escala social dentro de la película, por lo que no se pueden ni suavizar, ni eliminar (recuerdo que en una escena un francés los llama en marroquí: «wulad ez-zenqa», literalmente «chicos de la calle». Traducción del subtítulo: «escoria». A mi parecer, sencillamente maravilloso).
    Como vemos una vez más, todo dentro del mundo de la traducción es relativo y no hay soluciones únicas ni perfectas. Ese es nuestro reto del día a día.

    Riesgos en TAV

    Ayer estaba viendo «Santa Claus 3» y localicé un pequeño fallo que podríamos llamar… ¿típico? ¿Normal? ¿Comprensible? en traducción audiovisual. Era una pequeña discordancia de lo que mostraba la imagen con lo que se había traducido. Si alguien vio la peli supongo que se daría cuenta o al menos lo encontraría «extraño». Y me explico.

    Se reune el Consejo de criaturas mágicas (Santa, la Madre Naturaleza, Cupido, el Conejito de Pascua, Padre Tiempo, Morfeo, Frío) y entre ellos había otro personaje, el Hada de los Dientes.
    ¿Cuál es el problema? Pues que en nuestra tradición no existe el Hada de los Dientes de los anglosajones, sino el Ratoncito Pérez. Pues bien, el traductor, que por supuesto era consciente de esta diferencia cultural, optó por familiarizar esta referencia: «¿Cómo estás, Ratoncito Pérez?». Claro, cuando enfocan la escena, vemos que no hay ningún ratoncito por ninguna parte, sino que estaba el Conejo de Pascua con un hombre que llevaba unas alitas a la espalda (sí, un Hada de los Dientes un poco ridícul@, pobre hombre…). Para más inri, poco después te enfocan a la susodicha hada sentada en su silla y con un cartelito con su nombre en inglés (Tooth Fairy).
    Supongo que el fallo puede deberse a que tal vez dieron al traductor el guión, pero no la cinta, lo cual está claro que no es lo ideal para que el traductor trabaje porque pueden producirse este tipo de fallos tontos, pero a veces pues la productora lo hace así. Creo que la traducción hubiera sido estupenda de no haber aparecido ninguna imagen que la contradijera, pero esta vez no ha habido suerte.

    Huellas… ¿digitales?

    Anoche estaba viendo la película Superdetective en Hollywood 3. Todo iba bien hasta que, ya hacia el final de la película, el malo dispara a Tío Dave, le ofrece la pistola al detective Alex Foley (quien se niega a cogerla) y le dice: «¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo a dejar tus huellas digitales?»

    El diccionario de María Moliner define como iguales «huellas dactilares» y «huellas digitales», supongo que debido al origen latino de la palabra «dígito», dedo.  Sin embargo, hoy día se considera «digital» todo aquello que esté pasado por un ordenador y transformado en una serie de ceros y unos (la acepción de «número» por el tema de contar con los dedos  ha ganado la partida a la acepción de «dedo»).

    Este es un claro ejemplo de la continua lucha de palabras latinas y griegas que, con el mismo significado,  se han conservado en la lengua española y han terminado predominando unas sobre otras. En este caso,  «dáctilo» ha mantenido su significado como «dedo», mientras que «dígito» ha cambiado su significado a «número» y se emplea también para todo lo tecnológico (como he dicho antes, por el código binario de ceros y unos que usan las máquinas para funcionar), y todos sus derivados (digital, digitalizado, etc.) tienen que ver con la tecnología: cámara digital, digitalizar archivos, archivos en formato digital, etc.

    Por este motivo creo que a las huellas de los dedos (crestas capilares) no se les debe llamar huellas digitales (a no ser que estén consultando los archivos del ordenador, entonces sí que están digitalizadas). Tal y como señalan los diccionarios, etimológicamente es correcto, pero en mi opinión la palabra «dígito» ha tomado una especialización que la aleja de su significado original y por ello habría que hacer una distinción sobre el uso de ambas acepciones.

    La sal de la tierra

    Yo entiendo que un traductor que se dedica a traducir películas tiene un plazo de 5 a 7 días para hacer la traducción de una peli de 1 hora y media – 2 horas, lo cual es muy poco tiempo aún dándote el guión (si no te lo dan, para qué quieres más. Entonces se convierte en «La Semana del Café»). Pero este tipo de expresiones creo que no suponen problema para saber reconocerlas como idioms y buscarlas un poquito antes de hacer este tipo de cosas.

    El calco corresponde a la peli «Gracias por fumar» (muy curiosa, creo que levantó bastante polémica por los EEUU y lo cierto es que tenía ganas de verla). Ojos como platos cuando escucho en uno de los diálogos, refiriéndose a los cultivadores de tabaco:

    -Los cultivadores son buena gente. Son la sal de la tierra.

    Después de documentarme en San Google para no meter la pata antes de hablar, resulta que me encuentro con que el origen de la expresión es bíblico, tanto en español como en inglés, pero con una pequeña diferencia: mientras que el único lugar donde aparece esa expresión tal cual en español es en la Biblia (podéis comprobarlo vosotros mismos, meted la expresión en Google), con el significado de «ser cristianos genuinos» o «ser constructores de paz y testigos de amor» (entre otros mil que he ido leyendo), en inglés su significado ha pasado a formar parte del lenguaje diario y su significado ha evolucionado a «ser una persona muy buena y honesta».

    Os dejo un par de enlaces donde explican el significado en inglés:
    http://www.phrases.org.uk/meanings/310200.html
    http://idioms.thefreedictionary.com/be+the+salt+of+the+earth

    Por lo visto, Jesús emplea esta metáfora (que aparece en Mateo 5:13 para más señas) refiriéndose por sal a la influencia de los cristianos para impedir que la maldad se extendiera por el mundo y para preservar al mundo de la corrupción espiritual.
    En resumen, que el uso de la expresión «ser la sal de la tierra» queda limitado a lo eclesiástico en español, por lo que queda algo raro traducirlo así en un contexto que no tiene nada que ver con lo religioso y que además no entra en nuestro repertorio idiomático como expresión de la vida diaria en español. Así que ya sabéis: ¡prestad atención a estas cosas!